Ni con la cabeza del técnico servida en bandeja, se libró el presidente del Barcelona de la recriminación del Palau en una noche de sensaciones extrañas. Sólo unas horas antes del encuentro ante el Unicaja, Joan Laporta comunicó al aún entrenador, Dusko Ivanovic, que le cesaba de sus funciones, algo lógico después de las palabras del montenegrino criticando la poca calidad de la plantilla el día anterior. La afición, consciente de que la salida del entrenador tenía que haber llegado mucho antes, no se olvidó del presidente y cuando lo identificó en la tribuna, esta vez pertrechado por todo su equipo directivo, no dudó en sacarle los pañuelos recriminándole, una vez más, su poca atención a los males del basket desde que llegó a la presidencia.
Era un claro mensaje de que la drástica decisión de echar a Ivanovic había llegado demasiado tarde, cuando hay tanto en juego para la próxima temporada y quizá con unos cambios pueden causar un efecto inmediato, aunque el mal, que se arrastraba desde hacía tiempo, ya estaba hecho. “Laporta ha tomado la decisión correcta, pero no puede esperar al momento decisivo de la temporada para actuar”, decía un veterano socio, que no se ha perdido un solo partido. “Ya se veía venir que esto no iba a acabar bien, pero su intención de mantenerlo sólo ha perjudicado al equipo y ahora hay que ver que soluciones se toman”, decía.
La marcha de Ivanovic, evidentemente, era la comidilla en los minutos previos al encuentro. Aunque algunos, los más despistados, llegaban al Palau, dispuestos como siempre a silbar al técnico. “¿Ya no está?”, decía sorprendida una aficionada a la que cogió desprevenida el cambio de última hora. “Pues ahora animaré al que pongan de entrenador porque seguro que lo hará mejor que el que teníamos”, comentaba con el semblante de esperanza por las novedades.
La afición, que mantuvo su línea de cierta apatía antes de los encuentros, esperó la aparición del equipo para darle ánimos, aunque también se oyeron algunos tímidos silbidos. Un toque de atención para un equipo plagado de estrellas pero que no ha rendido hasta el momento al nivel que se espera. También ellos deben espabilar, porque, en definitiva, son los que acaban anotando las canastas. Ahora, sin el hombre que los mediatizaba en la banda, deben ser capaces de sacar adelante el equipo, sin excusas posibles de ahora en adelante.
Los pañuelos a Laporta –sentado junto al presidente de Unicaja y el directivo responsable de la sección, Josep Cubells– acabaron a poco del inicio del encuentro y todas las miradas cayeron en el nuevo técnico interino, Xavi Pascual, que cogió el guante como pudo. Minutos antes del inicio no paró de recibir felicitaciones, quizá un poco abrumado por lo que se le venía encima, pero seguro preparado para el reto. Durante el encuentro, no paró de dar señas a sus jugadores, aunque con un estilo muy diferente al que había sido su jefe sólo unas horas antes. Animos constantes y siempre al límite de la pista, Pascual cumplió con el papel que se le pedía, quizá en un examen desde la tribuna para ganarse el puesto hasta final de temporada.
LAPORTA ABUCHEADO EN EL PALAU
viernes, 15 de febrero de 2008
Publicado por LCF666 en 0:14 0 comentarios
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